Por Roberto Castro
Hola a todos,
Pues les cuento que la semana pasada terminó “casi” perfectamente. Primero, mi jefe está de vacaciones, y el jefe de su jefe andaba no sé dónde en algún lado donde la diferencia de horario es mas de 6 hrs.; por lo que en el trabajo fue casi puro relax. También fue buena semana, por que me estaba preparando para recibir mis 30 (años) el sábado. Pero también fue buena semana, por que después de casi 3 meses de tener en la mente que no iba ir a ver a AC/DC, por que el concierto estaba vendido, un colega de la oficina me dijo que tenía 2 boletos que no iba a utilizar. No lo pensé 2 veces.
La primera vez que me tocó ver a Angus y compañía fue durante el tour Ballbreaker en 1996. Mi papá, viejo fan de AC/DC, me llevó al Palacio de los Deportes en el DF. A ver el show que comenzaba con una animación de Beavis & Butt-head y una grúa con una bola de “metal” que se balanceaba hasta quebrar un muro que cubría el escenario al mismo tiempo que las primeras notas de Back in Black sonaban.
13 años después tuve la oportunidad de presenciar un show similar que giraba alrededor de una locomotora que surgía del escenario mientras la banda tocaba el nuevo sencillo Runaway Train.
Este fue el segundo concierto que tengo oportunidad de ver en un estadio (el primero fue Iron Maiden en Twickenham, Londres). Esta vez, yo no estaba en la butaca, sino en la cancha. Por lo mismo nos tocó un buen rato encontrar un lugar en donde mi estatura promedio como latinoamericano no fuera desventaja frente a mayoría de europeos de casi 2 metros de estatura.
Durante los primeros 15 o 20 minutos sentí que el concierto no iba a ser igual que aquél de 1996. Las “largas” pausas de casi más de medio minuto entre canción y canción y los obvios 60 años que representaban los músicos, me hicieron por un momento pensar que esta iba a ser la última vez que vería a la banda.
No tomo más de 30 minutos cuando el riff de Thunderstruck me cambiaron el ánimo y le dió forma al resto de las 2 horas.
Los acordes de la guitarra rítmica y la batería fueron inconfundibles. La voz de Brian Johnson, quizás apoyada por los cigarrillos y el whisky, me hicieron pensar que en ese momento era el mejor vocalista de rock. Y principalmente, fue la fuerza y energía de un Angus nacido en 1955 lo que me dio mucha curiosidad.
Si hubo algo que no me gusto del show, fue el sonido. Pero, en fin, que se puede esperar de un concierto en un estadio.
Como siempre, la noche estuvo llena de temas clásicos, de campanas, de una muñeca inflable gigante, de fuegos pirotécnicos y finalmente de cañones que marcaban el fin del evento.
En fin, mis 80 euros los valieron (si, si me dolió también). Claro, lo que hay que hacer en estos días es no ir a ver a un AC/DC después de ver el DVD de Live at Donnington. Hay que hacer lo contrario, no tener expectativas y dejar que el show nos sorprenda.
Fuera del Hard Rock, poco a poco también estoy descubriendo a Steven Wilson. Yo me sorprendí mucho al escuchar Flowermouth de No-Man. Fácil, un par de tracks los pones en una compilación de música House o Chill-Out de Ministry of Sound, y ni cuenta se da uno de que esta escuchando al mismo músico que crea las melodías de Porcupine Tree.
Ya para acabar, si les gusta la disquera Matador, y si andan en esas ondas como The Warlocks o Brian Jonestown Massacre, les recomiendo Death Meadow.
Cuídense y muchos saludos.
P.S.: no, no estaba escuchando AC/DC mientras escribía, pero si escuchaba el Lado B de Lift Your Skinny Fists… de Godspeed You! Black Emperor… por eso fue que me eché un rollote….sorry.
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