Revisando Digital Music News, la cosa se está poniendo interesante y va así, al menos al entender actual:
David Lowery (Camper Van Beethoven, Cracker) comienza una demanda (a lq que un John Emmanuel (The American Dollar) y Yesh Music (con la que distribuye a su banda y -suponemos- otras bandas) primeramente contra Tidal y otras. Tidal menosprecia la demanda al mismo tiempo que Microsoft (XBox Music/Groove) comienza a negociar, y comienzan quizá papeleos simultáneos contra Spotify, Google Music y otros streamers… por cierto, Pandora, que está entrando al negocio del OnDemand, deberá tomar nota).
¿El asunto?
No se ha solicitado permiso u obtenido licencia para colocar su música en los streamers, a pesar de los cuidados y pagos de regalías que se supone los streamers han realizado. Hay un hueco por el tipo de «licencia» que se requiere y que data de mucho tiempo: la capacidad de colocar una composición en un medio «mecánico» para su reproducción y que todos los streamers (exceptuando Apple Music y YouTube aparentemente) habían pasado por alto.
Las demandas ascienden a los cientos de millones de dólares y quizá no deberían tomarse a la ligera.
¿La reflexión?
Por un lado es malo que un artista no reciba lo que merece para vivir tranquilamente, por otro lado, quien distribuye (realiza streams, invirtiendo dinero y arriesgando) hace conocido al artista (más utilizando motores sociales como lo están haciendo varios servicios, para ayudarte a descubrir bandas y música). Hasta aquí parecería que deberíamos tener una relación amable y simbiótica.
Esta industria, sin embargo, se va a quedar con unos cuantos gigantes, haciendo desaparecer a los chicos (Rdio es un triste ejemplo)… parece entonces que el problema está en lo desigual que parece ser lo que gana una empresa por «sólo distribuir» contra lo que recibe el artista «que hace las cosas» y ya estamos dejando de hablar -cada vez más con el home studio- de productores, músicos de estudio, etc. (claro, también cada vez más hay basura por doquier: lo triste es que la peor basura proviene más de los estudios y disqueras gigantes).
La empresa (streamer), pues, aparenta (y quizá lo hace) aplastar al artista. ¿Opciones? Varias y van un par:
- El camino del home-studio y las redes sociales no han hecho muchos millonarios, pero han ayudado a algunos cuantos: no creo que estemos ahí todavía.
- La poco probable situación en donde entendamos que no todo en esta vida es dinero y si un artista establece una relación con una empresa, debe ser para que ambos ganen: que el artista viva una vida digna (y por méritos quizá un poco más allá) y por otro lado que los empresarios vivan igual (y no como llegó a suceder con los magnates de las ex-gigantescas disqueras).
Tampoco he estado de acuerdo nunca en que un artista, por bueno que sea, deba vivir como el rockstar de película, mientras médicos, bomberos y otros profesionales, técnicos, especialistas (con y sin título) que hacen tanto bien, no puedan siquiera aspirar a una porción de lo que un deportista o artista (sobre todo artificialmente generados) hagan. El mundo no es justo, por supuesto, pero todo lo anterior se desata por cuestiones de avaricia normalmente. ¿Quién debería ganar? No lo sé: ambas partes contribuyen y mucho… cuando exageramos -como siempre- es que las cosas se salen de control.
Tenemos un modelo para la música ya obsoleto y que no funciona… es tiempo de pensar con mesura y evitar un calentamiento global en paralelo al respecto…
Referencias:
Paul Resnikoff @ Digital Music News: Tidal, Microsoft, Google Play, Rhapsody, Slacker Now Facing Class Action Litigation
Deja un comentario / Leave reply